Después de la consolidación de la reforma político electoral de 1996, la culminación de décadas de lucha social por la apertura democrática, los derechos humanos y la rendición de cuentas México había cambiado mucho políticamente.
Fin del partido hegemónico
Surgió el IFE/INE ciudadano y autónomo; Luis Donaldo Colosio promovió una transcendental reforma al PRI, para hacerlo democrático y lograr que se circunscribiera a las nuevas reglas del “piso parejo” en la contienda electoral. Las ideas de Colosio se consolidaron con la reforma político electoral propuesta por Zedillo, quien desde un inicio marcó la “sana distancia” entre el gobierno y su partido y aseguró que gobernaría para todos.
Entonces las resistencias en el PRI se hicieron notar porque la competencia no era su fuerte. Quienes se negaban al proceso de transformación democrática acusaron a Zedillo de traicionar al partido. Ricardo Monreal, José Murat, Alfonso Durazo, Manuel Camacho, Marcelo Ebrard y muchos más renunciaron para iniciar su peregrinar en la búsqueda de restablecer un partido hegemónico, así hasta incrustarse, junto con los partidos “satélite”, en el proyecto de AMLO, con quien prácticamente han hecho resurgir al PRI de antaño, autoritario, rapaz y hegemónico pero sin resultados, conservador, militar y autócrata.
Tratar de entender cómo AMLO busca imponer su herencia y qué significa la 4T, nos remite a la obra escrita en 1988 por Jorge G. Castañeda, “La Herencia”, donde analiza cómo los presidentes mexicanos del todopoderoso PRI eran “el gran elector” que decidía quién sería su sucesor y pretendían imponer su legado de la misma forma en que AMLO sostiene la idea de “garantizar la continuidad de la 4T”, lo que sea que signifique.
El proyecto de “transformación”
Aún entre las mentes más brillantes que apoyan a Andrés escucho repetir que “antes” se veía hacia “arriba”, hacia las élites y las corporaciones; que la desigualdad e injusticia eran extremas, que se necesitaba un proyecto para “los de abajo”, para los pobres, para los que no eran escuchados.
Sin embargo, y ahí entran los datos duros, los organismos autónomos son atacados sistemáticamente, el Inegi y la CONEVAL reportan que hay más pobres, que la brecha se ha ensanchado; hay más injusticia, militarización, feminicidios, corrupción, nepotismo, falta de rendición de cuentas, inseguridad y el sistema de salud está destruido.
¿Esa es la continuidad que quieren?
En cuanto a la corrupción e impunidad, a pesar de la opacidad de la 4T y la falta de rendición de cuentas, esta ya rebasó por mucho al sexenio de Peña Nieto, hay ejemplos como, Segalmex e Ignacio Ovalle; Financiera Rural, el colapso de la línea 12 del Metro y su falta de mantenimiento que provoca casi a diario accidentes; la Conade de Ana Gabriela Guevara; Alejandro Esquer y un largo etcétera que incluye a Morena y a sus dirigentes.
Sobreviven las “lacras” del pasado
El nepotismo y el compadrazgo, esas “lacras” que bien definió AMLO, persisten. No hay funcionario de alto nivel que no tenga a toda su parentela incrustada en los más altos cargos; desde los hijos de AMLO y sus amigos., que los que no reciben contratos, ostentan importantes cargos en la administración pública, hasta las familias de la 4T, los Concheiro, los Encinas, Rosa Icela Rodríguez y sus hijas, los Bartlett, la parentela de Luisa María Alcalde y muchos más.
Los empresarios felices
Con AMLO la oligarquía mexicana goza de continuidad. Los empresarios de siempre que hicieron y han visto crecer sus fortunas al amparo del poder siguen, Carlos Slim y Carlos Peralta; empresarios del Grupo Atlacomulco, como Carlos Hank González y Roberto Alcántara Rojas, por cierto, cuñado de José Murat y hasta el líder del CCE, Francisco Cervantes.
Si la continuidad de la 4T no es la sucesión del priismo dictatorial, entonces ¿a qué se refiere el presidente? ¿A mantener el control, el poder y la impunidad que le garantice que cuando salga de su Palacio la justicia no lo alcance?